Grupo de Adoración Nocturna

Desde el principio del cristianismo, la Eucaristía es la fuente, centro y cúlmen de toda la vida de la Iglesia, como memorial de la pasión y resurrección de Cristo, Señor y Dios nuestro.

Desde los más grandes santos: san Francisco de Asís, santa Clara, santo Tomás de Aquino, pasando por todos los santos que en el mundo han sido y, por supuesto, para todos los cristianos, la Sagrada Eucaristía es, en la Iglesia, el misterio más grandioso, misterio por excelencia, “mysterium fidei”, que excede la capacidad intelectual de los teólogos y grandes místicos.

La Iglesia cree y confiesa que «en el sacramento de la Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene, verdadera, real y sustantivamente, es decir, en substancia y nombre, nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles: pan y vino.

El fundador, en los tiempos modernos, de la Adoración Nocturna, fue, curiosamente, un judío converso (1820-1871): Hermann  Cohen, de quien hablaremos más adelante, así como del tema central de esta reflexión, ya que pensamos que es muy interesante y conviene ir profundizando en él.

La Adoración Nocturna en España se inicia en Madrid el 3 de noviembre de 1877, en la iglesia de los capuchinos. Allí se reúnen siete fieles: Luis Trilles y Noguerol, Pedro Izquierdo, Juan de Montalvo, Manuel Silva, Miguel Bosch, Miguel Maneiro y Rafael González.

En cuanto a la Adoración Nocturna española, se constituye en 1893 y la sección femenina nace en Valencia en 1925. Posteriormente, se extienden por un gran número de países.

Quizás alguien, a estas alturas, se preguntará qué relación existe entre reflexionar sobre la Eucaristía e incluir acto seguido la mención al sinnúmero de adoradores que hay en el mundo: es bien fácil, los adoradores están íntimamente unidos a Jesús Eucaristía por su especial devoción y dedicación.

Nosotros, en la parroquia de San Félix, somos un grupo de feligreses que nos reunimos una vez al mes con la finalidad de adorar a Cristo en las horas nocturnas, adorar con Cristo al Padre en espíritu de verdad, orar por la salvación del mundo y la expiación del pecado, orar, en fin, por todos y para todos.

Llegados aquí, y antes de seguir intentando analizar el misterio eucarístico, permitidnos hacer un llamamiento para que quienes se sientan atraídos por esta piadosa obra se unan a nuestro grupo.

Nuestra fe no se fundamenta en que Dios existe, eso es obvio, y ya demostraremos de dónde nace la vocación de eternidad de cualquier humano; nuestra fe se nutre y fortalece por la convicción espiritual de que Dios está presente en el Sagrario, en el altar y en la custodia.

Joaquín Campodarbe